25 de marzo de 2009

Final


¡Fue Satanás! ¡Fue Satanás...! Aún resuena en mi oído aquel grito angustiado de María Rosario: Después de tantos años aún la veo pálida, divina y trágica como el mármol de una estatua antigua: Aún siento el horror de aquella hora:

-¡Fue Satanás...! ¡Fue Satanás...!

La niña estaba inerte sobre el borde de la escalinata. El rostro aparecía entre el velo de los cabellos blanco como un lirio, y de la rota sien manaba el hilo de sangre que los iba empapando. La hermana, como una poseída, gritaba:

-¡Fue Satanás...! ¡Fue Satanás...!

Levanté a la niña en brazos y sus ojos se abrieron un momento llenos de tristeza. La cabeza ensangrentada y mortal rodó yerta sobre mi hombro, y los ojos se cerraron de nuevo lentos como dos agonías. Los gritos de la hermana resonaban en el silencio del jardín:

-¡Fue Satanás...! ¡Fue Satanás...!

La cabellera de oro, aquella cabellera fluida como la luz, olorosa como un huerto, estaba negra de sangre. Yo la sentí pesar sobre mi hombro semejante a la fatalidad en un destino trágico. Con la niña en brazos subí la escalinata. En lo alto salió a mi encuentro el coro angustiado de las hermanas. Yo escuché su llanto y sus gritos, yo sentí la muda interrogación de aquellos rostros pálidos que tenían el espanto en los ojos. Los brazos se tendían hacia mí desesperados, y ellos recogieron el cuerpo de la hermana, y lo llevaron hacia el Palacio. Yo quedé inmóvil, sin valor para ir detrás, contemplando la sangre que tenía en las manos. Desde el fondo de las estancias llegaba hasta mí el lloro de las hermanas y los gritos ya roncos de aquella que clamaba enloquecida:

-¡Fue Satanás...! ¡Fue Satanás...!

Sentí miedo. Bajé a las caballerías y con ayuda de un criado enganché los caballos a la silla de posta. Partí al galope. Al desaparecer bajo el arco de la plaza, volví los ojos llenos de lágrimas para enviarle un adiós al Palacio Gaetani. En la ventana, siempre abierta, me pareció distinguir una sombra trágica y desolada. ¡Pobre sombra envejecida, arrugada, miedosa que vaga todavía por aquellas estancias, y todavía cree verme acechándola en la oscuridad! Me contaron que ahora, al cabo de tantos años, ya repite sin pasión sin duelo, con la monotonía de una vieja que reza: ¡Fue Satanás!

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